Cómo prevenir y tratar la toxoplasmosis en el embarazo

La toxoplasmosis es una enfermedad común en muchos animales, especialmente los gatos, que está causada por un parásito llamado Toxoplasma gondii. Habitualmente esta infección pasa desapercibida para la mayoría de la población sana, ya que no suele causar síntomas y cuando lo hace suelen confundirse con los de la gripe: cansancio, fiebre, dolor muscular y de garganta e inflamación de ganglios linfáticos.

Las mujeres embarazadas deben prestar especial atención a esta infección porque puede tener graves consecuencias en el desarrollo del bebé. Generalmente, si la embarazada ha pasado la enfermedad con anterioridad o al menos 6 meses antes de haber concebido, desarrolla inmunidad a la toxoplasmosis y no transmite la enfermedad al bebé. Sin embargo, si la mujer desarrolla la infección durante el embarazo puede trasmitirla al feto a través de la placenta, causándole importantes trastornos.

Forma de trasmisión de la toxoplasmosis

La toxoplasmosis puede adquirirse por el contacto con gatos infectados, por manipular la caja con tierra en la que hacen sus necesidades y por tocar sus heces. Por ello, si tienes un gato asegúrate de que está bien controlado por el veterinario. La infección también se puede desarrollar por el consumo de carne infectada poco hecha y por la ingesta de cualquier otro alimento que haya podido estar en contacto con el animal infectado, como la fruta y la verdura que no lavadas.

Además de elevar el riesgo de aborto, la toxoplasmosis puede causar los siguientes síntomas y trastornos en el bebé:

  • Ictericia
  • Cabeza anormalmente grande o pequeña
  • Bazo o hígado grandes
  • Hemorragias
  • Anemia
  • Trastornos neurológicos y del sistema nervioso central, como convulsiones, falta de tono muscular, problemas para deglutir alimentos, lesiones oculares y auditivas, y deficiencia mental

La mayoría de los bebés infectados no suele presentar síntomas y secuelas de la enfermedad en el momento del nacimiento, sino que van apareciendo con el tiempo.

Detectar la toxoplasmosis

La toxoplasmosis se puede detectar en la mujer mediante un sencillo test sanguíneo que el médico realizará en la primera visita de control del embarazo. En el caso de que el test sea positivo, será necesario determinar si el bebé está infectado. Para ello el especialista recomendará realizar una amniocentesis, una prueba invasiva que permite analizar una muestra del líquido amniótico que rodea al bebé.

Si la madre tiene toxoplasmosis pero el bebé no ha sido infectado, se le administrará en el embarazo antibióticos para evitar que se produzca la transmisión de la infección y que disminuya el riesgo de complicaciones en el caso de que se la transmita.

Por el contrario, si el bebé ha sido infectado, también se administrará una combinación de antibióticos para tratar la enfermedad y reducir el riesgo de secuelas. Es posible que el especialista recomiende extender el tratamiento con antibióticos durante todo el primer año de vida del bebé para evitar riesgos en el futuro.

En todo caso, ante un embarazo lo mejor es tomar algunas medidas para prevenir la toxoplasmosis, como por ejemplo evitar el contacto con gatos (y todos sus productos, incluidas las heces), lavar bien la fruta y la verdura, no comer embutidos y tomar la carne bien hecha, no beber agua que no haya sido previamente tratada o desinfectada y, sobre todo, lavarse las manos con frecuencia.