El ojo es una maquinaria compleja que no está exenta de defectos. De hecho, aunque nos parezca que nuestra visión es correcta, es posible que tengamos una serie de imperfecciones que hacen que la calidad óptica no sea tan buena como creemos.

Estas imperfecciones se denominan aberraciones ópticas, que se producen cuando un frente de ondas que alcanza la córnea es refractado de manera irregular o distorsionada, provocando distintos síntomas, como desenfoque, falta de nitidez y contraste, visión doble o borrosa.

Por lo tanto, como el ojo no es perfecto, todos tenemos cierto grado de aberración, y lo habitual es que en una misma persona se den varios tipos de aberraciones.

Tipos de aberraciones ópticas: pueden ser de bajo orden, que son las más conocidas, o de alto orden.

Aberraciones de bajo orden o de desenfoque

Engloban los defectos refractivos más frecuentes en la población, entre los que se encuentran:

  • Miopía: problema de refracción que se debe a una curvatura excesiva del cristalino o de la córnea y/o a que el ojo es demasiado largo, lo que hace que los objetos se formen un poco antes de llegar a la retina. Esto provoca la visión borrosa de los objetos lejanos.
  • Hipermetropía: se debe a un defecto de convergencia del cristalino o de la córnea y/o a que el ojo es demasiado pequeño, por lo que las imágenes se enfocan detrás de la retina y no sobre ella. Como consecuencia aparece una visión borrosa o poco nítida de los objetos cercanos.
  • Astigmatismo: consiste en la visión distorsionada o borrosa de los objetos, tanto lejanos como cercanos, debido a un defecto en la curvatura de la córnea.

Estas aberraciones de bajo orden pueden compensarse o corregirse con gafas, lentillas o con cirugía láser.

Aberraciones de alto orden

Son más complejas y a veces pasan desapercibidas, bien porque nos acostumbramos a convivir con ellas o porque atribuimos las molestias que causan a otros defectos refractivos que podamos tener. Tienen un mayor impacto en la calidad visual, sobre todo en condiciones de poca luz, y son difíciles de mejorar o compensar con las medidas correctoras habituales para tratar las aberraciones de bajo orden. De hecho, es posible que habiéndonos operado para corregir algún defecto refractivo, como por ejemplo una miopía, sigamos de ver del todo bien porque tenemos una aberración de alto orden no diagnosticada o porque la propia cirugía refractiva ha inducido este tipo de aberración.

Las aberraciones ópticas de alto orden pueden ser congénitas, es decir que están presentes desde el nacimiento, o pueden deberse a traumatismos o ciertas enfermedades. Además, como acabamos de comentar, algunas intervenciones para corregir defectos refractivos, como las miopías muy altas, pueden inducir algunas de estas aberraciones.

Este tipo de aberraciones afectan principalmente a la visión nocturna, por lo que los síntomas principales son la dificultad para ver bien de noche, deslumbramientos, halos, visión borrosa o doble, problemas para ver los detalles y contornos.

Existen muchos tipos de aberraciones de alto orden, pero los más frecuentes son los siguientes:

Aberración Esférica

Impide que los rayos de luz periféricos enfoquen en la retina, ocasionando visión borrosa y halos. Es más evidente durante la noche y en condiciones de poca luz, por lo que dificulta especialmente la conducción. En algunos casos la aberración esférica puede corregirse con lentillas.

Trefoil

También conocida como astigmatismo triangular de tres ejes, causa deslumbramiento y halos alrededor de los objetos.

Coma

Se denomina así porque un punto se ve con una forma parecida al signo de puntuación coma. Causa visión doble, halos, deslumbramiento y dificultad para percibir las formas con nitidez.

A la hora de realizar cualquier tratamiento para la corrección de un defecto refractivo, es muy importante conocer la presencia de aberraciones ópticas de alto orden, ya que de lo contrario podrían empeorar. Afortunadamente, en la actualidad los grandes avances tecnológicos en oftalmología permiten no solo detectar sino también corregir muchas de las aberraciones de alto orden. Para ello se utiliza el aberrómetro, un aparato que crea un mapa detallado de la córnea, recogiendo todas sus imperfecciones, para después corregirlas mediante cirugía láser guiada por aberrometría.