A partir de la semana 20 ya se puede ver que el corazón de tu bebé está formado. Estás en la mitad de tu embarazo y la ecografía que te hacen esos días es clave para ver cómo va el crecimiento de tu hijo. Por eso, a esa ecografía se la llama morfológica, ya que a través de ella tu médico puede ver la anatomía de tu hijo y confirmar si hay algún problema en alguno de los órganos.

Con esta ecografía se pueden detectar las alteraciones cardiacas, que son las anomalías más frecuentes en los bebés. Una de éstas, aunque no es la que afecta a más niños, es anomalía de Ebstein, que se produce cuando la válvula tricúspide del corazón no se cierra bien. No te asustes con el nombre, te explicamos qué es.
El corazón tiene cuatro válvulas: la aórtica, la pulmonar, la mitral y la tricúspide. La función de las válvulas es que la sangre pase bien por cada una de las partes del corazón: dos aurículas (izquierda y derecha) y dos ventrículos (izquierdo y derecho).

La válvula tricúspide es la que se sitúa entre la aurícula y el ventrículo derecho. Cuando está defectuosa no se cierra completamente, con lo que la sangre puede volver para atrás e ir hacia otra de las cavidades del corazón. Cuando se contraen y se relajan las diferentes válvulas, se abren y se cierran para que la sangre vaya desde los ventrículos hacia las aurículas. El problema está en que cuando las válvulas están defectuosas no se produce una correcta oxigenación y el corazón tiene que trabajar más, con lo cual aparecen problemas cardiacos.

Normalmente, los bebés que nacen con una anomalía de Ebstein también tienen un problema denominado defecto septal auricular, esto es que en la pared que hay entre las dos aurículas, las dos cavidades de arriba del corazón, puede haber un orificio, lo que hace que la pared no este bien cerrada. Es lo que se conoce como comunicación interauricular.

Anomalía de Ebstein: ¿cómo se trata?

La mayor parte de los bebés sufren este trastorno en fases muy leves. Es decir, que se puede controlar bien con la reparación de la válvula. Seguro que has oído mil veces que a las personas mayores le hacen un reemplazo valvular. Es una operación en la que se sustituye la válvula del corazón dañada por una nueva, poniéndoles una prótesis. Gracias a los avances que se han producido en el campo de la cirugía cardiaca, la agresividad de las técnicas se ha reducido considerablemente y los resultados son muy buenos.
En los niños pasa igual. En los casos leves, tendrá que tener un seguimiento muy estrecho por parte del cardiólogo para que vaya evaluando la evolución de la válvula y cómo funciona.
En los caso más graves, se tiene que recurrir a cirugía. Si no se puede reparar la válvula tricúspide afectada, se reemplaza por una nueva. En el caso que exista también un problema de comunicación interauricular también se opera en el mismo procedimiento quirúrgico.
Recuerda, los resultados suelen ser muy buenos y tu hijo se recuperará y podrá llevar una vida normal. Lo único que no podrá hacer es submarinismo, por el problema de los cambios de presión.
También tendrá que controlar su ritmo cardiaco para que no se acelere más de lo normal. Recuerda que la supervivencia de los niños con anomalías cardiacas congénitas es muy buena, prácticamente similar a las de las personas sin problemas cardiacos. Los niños con cardiopatías han nacido y aprendido a vivir con un corazón diferente, que después del tratamiento se asemeja lo máximo posible al de una persona sana. Normalizar la situación y perder el miedo hará que tu hijo pueda disfrutar como los demás. No te obsesiones, sigue las recomendaciones de tu cardiólogo; mejor dicho, del cardiólogo de tu hijo.