Según puso de manifiesto el LIV Congreso de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición que se celebró en Oviedo, el estrés incrementa la ingesta de comida rica en azúcares y grasas de forma compulsiva con el fin de reducir la ansiedad, lo que incrementa el riesgo de aumentar el peso corporal.
Ante una situación estresante, aproximadamente un 50% de las personas aumenta la ingesta, un 30% la disminuye y el 20% restante no modifica su patrón de comidas. “La relación viene dada por los mecanismos biológicos que pone en marcha la situación estresante, de tal forma que el aumento de glucocorticoides (cortisol) ‘per se’ provoca hiperfagia y cúmulo de grasa en el tejido adiposo visceral y también activa el cerebro emocional, circuitos de placer y de recompensa, relacionados con las propiedades hedónicas de la comida”, explica el doctor Cabranes, jefe de la Sección de Psiconeuroendocrinología del Hospital Clínico Universitario San Carlos de Madrid.
Se ha comprobado que la motivación por obtener los efectos placenteros de la comida es un estímulo que puede ser más fuerte que las señales de saciedad, por lo que aumenta el riesgo de sobre-ingesta o ingesta compulsiva; dichas conductas alimentarias conducen, generalmente, al desarrollo de obesidad.
La hidrocortisona o cortisol es una hormona glucocorticoide secretada por las glándulas suprarrenales (ubicadas por encima de los riñones) como respuesta a diferentes estímulos, sobre todo, al estrés.
Consiguientemente, si el estado de estrés inicial provocado por cualquier suceso se prolonga por un período de tiempo superior al normal, y se hace crónico (estado de DISTRÉS), el cortisol continúa catabolizando (destruyendo) sustratos como las proteínas, sobre todo las del músculo (hay estudios que demuestran que se destruye de un 5 a un 20% de proteína muscular debido al estrés) llevándolas al hígado donde formará con ellas más glucosa (azúcar).
Si esa glucosa “extra” formada solo por estrés no se utiliza por ejemplo en el ejercicio físico; se irá por otra vía metabólica a formar triglicéridos y grasas de almacenamiento. De allí la gran importancia de realizar ejercicio físico en compensación de las altas dosis de cortisol (estrés) secretado diariamente.