A la mayoría de nosotros la bollería industrial nos atrae mucho, tanto que a veces nos pierde y somos incapaces de no caer en la tentación. ¿Quién puede resistirse a un donut o a una palmera de chocolate? Sin embargo, la bollería industrial tiene muchos ingredientes perjudiciales para nuestra salud, como los azúcares refinados y las grasas hidrogenadas.
El azúcar presente en la bollería industrial dulce y salada
Cuando pensamos en el azúcar solo lo asociamos con cosas dulces, pero lo cierto es que también está presente en la bollería industrial salada. ¿Lo sabías? El azúcar está en la salsa de tomate, las conservas de verdura, los platos pre-cocinados e incluso en los embutidos.
No se trata de demonizar el azúcar, ya que tiene importantes propiedades nutricionales como fibra, proteínas y minerales, pero en su proceso de refinado esos nutrientes desaparecen y lo que queda es la sacarosa. Ésta se convierte en energía rápida para nuestro organismo, produce una subida brusca de los niveles de glucosa en sangre, y acaba convirtiéndose en grasa que se almacena en el organismo.
La bollería industrial es adictiva
La gran cantidad de grasa y azúcares que tiene la bollería industrial hace que sea adictiva porque nunca nos sacia. El azúcar también reduce el estrés al disminuir los niveles de cortisol en sangre, por eso al consumirla nos produce una sensación tan placentera.
De cualquier modo, aunque el consumo puntual de bollería industrial no es dañina, no debemos abusar de ella, porque puede contribuir al desarrollo de enfermedades como obesidad, diabetes, ateroesclerosis o enfermedades inflamatorias.
¿Y las grasas hidrogenadas?
En cuanto a las grasas hidrogenadas, están presentes en casi todos los productos de bollería industrial y en aperitivos salados (palomitas, patatas fritas) y productos pre-cocinados (empanadillas, croquetas, canelones, pizza).
Los aceites de oliva, girasol, soja o palma suelen estar, en origen en estado líquido, y para que el alimento no se estropee y dure más tiempo es necesario que las grasas se incorporen al producto en estado sólido. Esto se consigue sometiendo a los aceites a un proceso industrial de hidrogenación, es decir, un endurecimiento de la grasa.
Estas grasas hidrogenadas se convierten en nuestro organismo en grasas saturadas que elevan los niveles de colesterol malo y los triglicéridos, mientras que desciende el colesterol bueno.
De todos los aceites mencionados antes, el aceite de palma es uno de los más utilizados en la bollería industrial porque además de su bajo coste para el productor, es muy resistente a la oxidación.
Por tanto, los alimentos con aceite del palma duran más tiempo, de ahí que se utilice para la conservación de bollería y otros productos de panadería, así como en la comida preparada.
En definitiva, para seguir una dieta equilibrada, lo mejor es desterrar la bollería industrial de nuestra alimentación. Y si no podemos resistirnos a la tentación, es preferible recurrir a la repostería casera en la que podemos usar no sólo aceite de oliva, sino también lácteos, frutas y frutos secos, añadiendo así valor nutricional a los dulces.