Las personas con obesidad no solo padecen enfermedades físicas derivadas del problema así como una baja autoestima y otros trastornos añadidos, sino que es su vida social lo que más afectado presentan por ese exceso de peso.

Nuestra sociedad y sobre todo en los últimos años, culpabiliza a la persona y establece una falsa perspectiva de creencia sobre el concepto de éxito hacia la persona delgada y el de fracaso hacia la persona obesa.

La delgadez extrema se percibe como un objetivo deseable y las personas que la consiguen  son admiradas por su figura, su fuerza de voluntad y por ser triunfadoras.  Por el contrario, la persona obesa es vista como sin fuerza de voluntad, sin capacidad ni esfuerzo, incapaces de controlarse a sí mismas y vagas sin mostrar ningún cuidado de su aspecto físico.

Esta imagen social que ofrece la obesidad es causa de muchos estereotipos como por ejemplo la del “gordito feliz” al que todo le da igual, o la del “gordo vago” que se muestra perezoso, rinde menos en su trabajo y al que además no le importa nada. Es por estos motivos que la persona obesa puede llegar a ser discriminada en múltiples facetas de la vida:

  • En la búsqueda de empleo: los empleadores suelen dar preferencia a las personas con buena presencia, ya que según comentamos, se supone que las personas obesas son menos voluntariosas y menos activas.
  • El estereotipo de “gordo feliz” puede hacer que los demás pisoteen los derechos de la persona obesa, creyendo que todo le da igual. En ocasiones tendrá que quedarse en casa porque sus amigos van a realizar alguna actividad para la que él o ella no esté capacitado y es posible que algunas veces sea blanco de burlas o bromas crueles, realizadas sin mala intención, pero que resultan dolorosas a la persona afectada.
  • En las relaciones sentimentales, la obesidad es un grave impedimento a la hora de conseguir pareja, ya que los ideales estéticos actuales buscan los cuerpos musculados en hombres y la delgadez en las mujeres. La persona obesa sabe que es muy difícil que alguien se sienta atraído por su físico y, además, se sentirá cohibido e inseguro a la hora de acercarse a alguien afectando así su autoestima y por tanto generando cuadro ansioso depresivo reactivo.

Estas carencias llevan al paciente a adaptar patrones desadaptativos hacia la conducta alimentaria como una manera evasiva de poder compensar sus estados emocionales, encontrando en la ingesta ese refuerzo inmediato que tanto necesitan para compensar el sufrimiento vivido. De la misma manera, la persona obesa al verse atacada socialmente por su exceso de peso hace que el estigma social que siente le cause un notable aislamiento social evitando todas aquellas situaciones, momentos y lugares que le supone enfrentarse a la valoración y aprobación de los demás.