Entre estas enfermedades causadas por la obesidad también se encuentra la dislipidemia o alteración de los niveles de lípidos en el torrente sanguíneo. Según la Organización Mundial de la Salud, el 62% de los adultos y el 25% de los niños y adolescentes sufren sobrepeso y obesidad en todo el mundo.
Porcentajes que van en aumento y que justifican el hecho de que las autoridades sanitarias hablen de la existencia de una epidemia de obesidad en los países desarrollados.
El sobrepeso y la obesidad elevan el riesgo de desarrollar numerosas enfermedades que generan discapacidad, reducen la calidad de vida y aumentan la mortalidad, como los trastornos cardiovasculares y respiratorios, osteoporosis, diabetes y algunos tipos de tumores.
La dislipidemia
En el caso de la dislipidemia, el colesterol total, el LDL (colesterol malo) y los triglicéridos se encuentran por encima de los niveles recomendados, mientras que las cifras de colesterol HDL (colesterol bueno) son más bajas.
Las dietas desequilibradas ricas en grasas saturadas favorecen este desequilibrio de lípidos en la sangre y aparece la dislipidemia, aumentando así el riesgo de desarrollar ateroesclerosis, una de las principales causas de infarto e ictus (enfermedad cerebrovascular).
La ateroesclerosis
La ateroesclerosis consiste en el endurecimiento de las arterias debido a la acumulación de colesterol y otras sustancias que entorpecen o bloquean el flujo sanguíneo.
Además, existe el riesgo de que algunos de esos depósitos de grasa se desprendan y viajen a través de las arterias a otras zonas del cuerpo, como el cerebro, causando un ictus al impedir que la sangre llegue correctamente a este órgano.
Afortunadamente, una dieta equilibrada y la práctica habitual de ejercicio físico pueden reducir la obesidad y mejorar el perfil lipídico, disminuyendo a su vez los riesgos que implica la dislipidemia.
La solución
Para conseguir este objetivo es importante ponerse en manos de especialistas en el tratamiento de la obesidad que puedan valorar nuestro estado general de salud y determinen cuál es el tratamiento más eficaz para ayudarnos a perder peso y ganar salud.
Estos tratamientos incluyen desde una dieta de proteínas o personalizadas, hasta la reducción de estómago mediante procedimientos no quirúrgicos o cirugía bariátrica, que están indicados para los casos que requieren una mayor pérdida de peso.
Perder peso y adoptar unos hábitos de vida saludable no solo ayudará a prevenir la aparición de la dislipidemia sino también a revertir sus efectos en el caso de que ya se haya desarrollado.