La reserva ovárica es la cantidad de ovocitos contenidos en los ovarios de la mujer, en cada momento de su vida, susceptibles de madurar, ser ovulados y, por tanto, fertilizados.
Las mujeres nacemos con el número de óvulos con los que nos vamos a reproducir. Desde que estamos en el vientre materno se están empezando esos precursores de óvulos a formar y en el futuro son los que vamos a usar, a diferencia de los hombres que producen espermatozoides cada tres meses. Esto nos limita la fertilidad futura. Es lo que llamamos la reserva ovárica.
Esta reserva ovárica la podemos cuantificar de dos maneras: Uno, una ecografía en la consulta del ginecólogo, preferiblemente a principios del ciclo, donde contamos el número de folículos chiquitines, llamados antrales, que son los que se van a desarrollar en este ciclo. Y otro es a través de una analítica de sangre, que es la hormona antimulleriana, que nos va a hablar también de cuántos folículos están produciendo esa hormona y, por lo tanto, cuántos folículos a futuro nos van quedando. Normalmente con la edad ambos parámetros van disminuyendo y en algunos casos aumentan, por ejemplo en el caso de ovarios poliquísticos. En términos generales hablamos de que esa reserva disminuye a partir de los 35 años, y se hace más importante a partir de los 38. Por eso siempre recomendamos, si queremos postergar la maternidad, congelar los óvulos antes o hasta los 35 años.
Los ovocitos
La norma es simple: a mayor edad, menos ovocitos disponibles. De ahí que la edad, además de otros, sea un factor determinante para la fertilidad.
Para entender bien este concepto de reserva ovárica, es importante saber que cada mujer nace con una dotación de, aproximadamente, un millón de ovocitos en sus ovarios, cuya generación se concluye durante el quinto mes de gestación.
Estos ovocitos se pierden paulatinamente, desde el mismo momento de nacer y con mayor celeridad, con cada ovulación, a partir de la primera regla y hasta la menopausia. Pero, en contra de lo que pueda parecer, esta pérdida no es lineal, sino exponencial.
A lo largo de su vida, la mujer tiene unas 400-450 menstruaciones, lo que supone una pérdida de apenas unos pocos ovocitos de su dotación inicial. El resto se degradan sin que lleguen a madurar y, por tanto, a ser ovulados, de tal modo que se alcanza la menopausia con una reserva de apenas unas pocas decenas. En contra de lo que pueda parecer, la pérdida de ovocitos no es lineal, sino exponencial.
El periodo de mayor fertilidad
El periodo de mayor fertilidad de la mujer se encuentra entre los 16 y los 35 años de edad, de modo que las posibilidades de embarazo se reducen progresivamente a partir de esta edad y de manera más significativa superados los 40 años, pues no sólo dispone de una menos cantidad de ovocitos, sino que éstos son de peor calidad,
Lo que supone no sólo un problema de fertilidad reducida, sino también mayores probabilidades de sufrir un aborto o de que se produzcan malformaciones en el feto o enfermedades congénitas (no necesariamente hereditarias).
De ahí la importancia que tiene establecer cuál es la reserva ovárica de la mujer cuando ésta acude a un centro de reproducción asistida para lograr un embarazo y poder tener un hijo.
Pruebas para saber la reserva ovárica
Para ello basta realizar una ecografía de los ovarios y una analítica de sangre, para determinar los niveles de la denominada hormona antimulleriana, con el fin de conocer la cantidad de folículos disponibles.
La disminución de la reserva ovárica y el aumento de la edad limitan progresivamente las probabilidades de éxito en los procedimientos de reproducción asistida, por lo que se han desarrollado protocolos específicos para que éstas aumenten.
De la reserva ovárica (cantidad y calidad) depende, por ejemplo, la respuesta al tratamiento de estimulación ovárica para la obtención de ovocitos, así como la calidad de los mismos en el momento de su obtención para su posterior fecundación in vitro (FIV) o mediante inyección intracitoplasmática (ICSI).